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Chisme

Chisme es una palabra que habitualmente se utiliza en el hablar coloquial. En el uso diario, especialmente en Latinoamérica, puede hacer referencia a dos cosas muy diferentes entre sí. Una, poco conocida en general, se refiere a algún aparato del que se ignora su procedencia o uso. La otra, la más difundida, se refiere a las habladurías, reales o no, que una persona puede hacer circular con la intención de criticar a un tercero.

Sobre el primero de su uso, no hay mucho que se pueda agregar. Esa forma de utilización es muy común hallarla en libros, historietas o foros de videojuegos donde los participantes no están muy seguros de cómo traducir el nombre de los objetos que se encuentran en inglés.

El chisme crea vínculos sociales

En el segundo caso, su significado es mucho más popular y no se le escapa a nadie, sobre todo en los tiempos que corren donde en la TV se montan programas basados en rumores y habladurías entre hombres y mujeres relacionados al mundo del espectáculo y, a veces, el deporte y la política.

En términos lingüísticos, el chisme es definido como “el proceso básico de la psicología social diaria que provee a las personas con información esencial y necesaria para que, de acuerdo a su capacidad, puedan lidiar con el mundo social, resolver problemas y tratar con las personas que les rodean” (Jennifer Coates, profesora de Lengua y Lingüística en la Universidad de Roehampton).

Los chismes aluden a una noticia verdadera, o falsa, que se difunde con el fin de hacer daño.

El chisme en los medios

Podemos asegurar que los chismes surgieron como comentarios, comúnmente malintencionados, en grupos sociales pequeños como una familia, un grupo de amigos, o colegas de trabajo. Hoy en día son la base principal, y hasta podemos decir exclusiva, que alimentan tanto a la prensa sensacionalista (amarilla) como a la llamada prensa del corazón (rosa).

En ambos casos suelen ser simples rumores que se presentan como una noticia por parte de periodistas y cuyo objetivo es que sea desmentida, para seguir generando nuevos rumores sobre los rumores, expandiéndose como las ondas en el agua cuando arrojamos una piedra.

Con la revolución de las llamadas redes sociales, especialmente Twitter, los medios han hecho de los chismes su principal sustento. Especialmente cuando se ponen en la mira a personas famosas porque despiertan el interés del público, que de esa manera alimenta el aspecto morboso y lúdico que todos llevamos dentro.

El chisme en la ficción

El tema del chisme ha sido el disparador de numerosos argumentos de series televisivas y novelas románticas. Y no en pocas ocasiones se ha convertido en el eje fundamental de sus tramas.

Por ejemplo, tenemos la serie televisiva Gossip Girl, la cual muestra a una joven que, a través de su “blog”, nos relata cómo es la vida privilegiada de un grupo de adolescentes que viven en Nueva York. La serie está inspirada en una serie de novelas escritas por Cecily von Ziegesar y, según sus propias palabras, están parcialmente inspiradas en su juventud y su grupo de amigos de la adolescencia.

También tenemos la película Easy A, protagonizada por Emma Stone, que combina en tono de comedia la exploración de las consecuencias de esparcir chismes sobre una persona con el argumento del libro La Letra Escarlata, escrito por Nathaniel Hawthorne. En el film, tenemos al personaje de Emma Stone confesándole a su amiga que ha tenido relaciones sexuales. Esa conversación es oída por una compañera que adora esparcir chismes sobre los demás y en cuestión de horas no queda nadie en la escuela que no piense que Emma Stone es una chica fácil. Ella, lejos de intentar acallar esos rumores, los aprovecha y alimenta como una suerte de experimento social.

Ralph Rosnow (psicólogo social), Jack Levin (sociólogo) y Nigel Nicholson (escritor y político) han llegado a la conclusión de que sin el chisme la sociedad probablemente no hubiera existido.

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